El
objetivo de este documento es conocer la realidad
del aprovechamiento de las praderas comunales en un
pueblo que desde su independencia en 1856, hasta más
allá de mediados del siglo XX, ha vivido
principalmente de la actividad agrícola y en menor
medida, de la ganadera.
La agricultura, que
podemos llamar de subsistencia, estuvo ligada al
ganado equino que se hizo imprescindible para las
faenas propias de esa actividad. Una parte de los
beneficios de las cosechas era destinada a la
alimentación de los mismos animales y se
complementaba con los pastos que proporcionaban,
entre otros, las praderas comunales del pueblo.
Praderas que no fueron
nunca de calidad excelente, porque en ellas nacían
cardos, malas hierbas, junqueras, etc. pero que los
animales mayores daban buena cuenta de todo lo que
en ellas nacía. Praderas, que además de la
utilización por esos ganados mayores, también podían
ser utilizadas para el ganado menor, es decir ovino
y caprino.
Vamos con la historia. En
los primeros años de pueblo independiente las
praderas del común –como
se
las denominaba- eran utilizadas por los dueños de
los animales, y como se venía haciendo años atrás,
por unas reglas no escritas que tenían en más o
menos en cuenta los plazos de veda, los animales que
entraban, los vados y servidumbres de paso, etc.
pero que no impedían que algunos propietarios,
normalmente lindantes, semiacotaran zonas,
construyeran pasos e incluso roturaran partes de las
praderas.
Todo ello era posible
porque al estar sin liquidar totalmente el Foro
con Medina de Rioseco, no se tenía claro si eran
propiedad municipal o dependiente. Hasta que en
julio de 1861 una comisión se desplaza a Valladolid
para preguntar si es posible el aprovechamiento
municipal de las praderas. En Gobernador les
autoriza a ese aprovechamiento a cambio de que
arrienden las praderas y obtengan así un beneficio a
incluir en los presupuestos municipales.
El
permiso confirma la voluntad de gestionar las
praderas de forma unilateral y como primera medida
se decide no arrendar las praderas los primeros
meses del año siguiente. Se acuerda acotar las
mismas los seis primeros meses y descotar los meses
siguientes cobrando a los propietarios en función
del número de cabezas que las utilizaran. Para
reafirmar la propiedad de las mismas en 1865 se
compra a la Comisión de Ventas de la Provincia
una copia de la Escritura de la Concordia,
proveniente del Foro.
A partir de ese año y tras
ejecutar la limpieza de los arroyos de las praderas
del Santillo, del Molino y del
Gorgollón y su Presa del Castrillón, se
establecen los periodos de acotación, que
dependiendo de las precipitaciones primaverales y
del estado de las praderas, solía ser desde febrero
o marzo hasta mediados de mayo o principios de
junio. Una vez descotadas las praderas, entraba el
ganado mayor -que no se utilizara o había terminado
sus labores agrícolas- y a partir de mediados de
agosto –o antes si las condiciones lo aconsejaban-
ya se permitía la entrada del ganado menor.
El año 1875, el
ayuntamiento realiza un inventario de bienes y en
cual figuran las siguientes praderas comunales:
-
·
Pradera de
la Fuente Porras.
-
·
Pradera del
Santillo.
-
·
Prado abajo
hasta el Molino.
-
·
Prado arriba
hasta Camino de Valladolid
Es en ese mismo año
cuando, no sabemos si pretendiendo obtener mayores
recursos o debido a las presiones de los grandes
propietarios, se tiene la idea de dividir las
praderas en lotes para su arrendamiento. Así se
hace, pero al constatar el mal uso que algunos
adjudicatarios hacen de su lote que incluso utilizan
como huertos, al año siguiente se retira la
iniciativa.
Pero esa partición por
lotes de las praderas hace que aparezcan nuevas
denominaciones a zonas antes únicas: Pradera de la
Alameda (fuente Olivete); Pradera del
Huerto; Pradera de la Junquera (abajo de
la Adobera); Pradera del Gorgollón (arriba
del molino); Pradera de Peñas Altas (arriba
del camino de Wamba).
Si
observamos el primer mapa urbano de La Mudarra que
confeccionó D. José Nágera en 1878, y que en su día
me donó una de sus nietas, puede observarse el
estado del pueblo y de sus praderas por el discurrir
del río Hornija: Fuente Porras, Santillo, Alameda,
Prado de la fuente,… Ya por entonces se puede
comprobar que se plantaban chopos en las lindes de
los prados y que el río Hornija de dividía en dos
ramales hasta más abajo del Huerto, posible por
orografía, para facilitar, si era necesario, el
riego de la pradera.
Y es a partir de 1894,
cuando otra costumbre que se hacía sin permiso como
era la de que el ganado pastara en los días festivos
de San Antonio por no realizarse faenas, se declara
formalmente autorizada siempre que se siguieran las
directrices que anualmente dictaba el ayuntamiento.
Y es en diciembre de 1894
cuando el ayuntamiento, siguiendo el ejemplo de
pueblos limítrofes y por demanda de los vecinos,
estudia por primera vez la
necesidad de construir un Corral de la Villa
para el ganado. Y al año siguiente se aprueba su
construcción, a cargo del vecino Felipe Riñón, en un
terreno lindante al Camino de Valladolid pasando la
puentecilla del arroyo “para evitar que los
efluvios vayan a la fuente”. (Todo lo
referente al Corral de la Villa lo publiqué en el
Nº 14 de la Revista “El Santillo” y puede verse en
villamudarra.com/notashistoria.htm).
Y así llegamos al final de
siglo XIX siguiendo con las costumbres aquí
reflejadas con las praderas acotadas o inutilizables
por más de medio año, limpiando los arroyos cada
pocos años y siempre con el guarda de ganados
vigilando el cumplimiento de las normas y del ganado
a su cargo.
Estamos
ya en siglo XX. La necesidad de troncos de madera
para construir, en el año 1901, el depósito de
cadáveres, otras construcciones o como medio de
obtener recursos, lleva al ayuntamiento a plantar
350 chopos en la Alameda, en los márgenes del
Hornija y en el Charcón. Plantones que habrá que
cuidar en los años siguientes cuando se descoten las
praderas y el ganado pueda dañarles.
Pero es también en los
primeros años de este siglo cuando se comienzan a
realizar los recuentos de ganados para impuestos y
repartimientos, las subastas de la basura del corral
de la villa, y en 1912 se registra formalmente el
primer contrato municipal de aguacil-guarda de campo
a favor de Domingo Fernández por un sueldo de 125
pesetas. Dos meses después, tras su fallecimiento,
le sustituirá Leandro Mato y continuará con las
funciones que se les encomendaban entre las que
encontraban el cobro de multas, parte de las cuales
eran su sobresueldo. Años más tarde el pago del
guarda de ganados correrá a cargo de los ganaderos,
primero en especies y más tarde con dinero efectivo.
Por aquellos años se sigue
la política de plantación de chopos. En 1910 están
inventariados un total de unos 1.000 chopos y
anualmente se piden a Valladolid nuevos plantones
gratuitos para repoblar los perdidos o deteriorados.
Y
la utilización de praderas en ese siglo siguierron
como siempre. Acotando en invierno y descotando a
primeros de junio, e incluso algunos años por San
Isidro, con un cierto orden y en función de cómo
estuviera el año meteorológico y realizando el
recuento de ganado anual para establecer en impuesto
sobre ganados que se establece como independiente en
el presupuesto municipal desde 1916. Las tareas
agrícolas se realizaban de madrugada, para evitar
los tábanos, y se terminaba a la hora de comer. Por
la tarde esos animales eran llevados, junto a los
demás, al corral de la villa para que el guarda de
ganados les llevara a la pradera que tocara. De
regreso los animales eran recogidos por sus dueños a
simplemente se recogías ellos solos.
Y si en 1920 se deniega a
Ezequiel Duque el paso de su ganado lanar a través
de la pradera para pasar al Horcón desde la zona de
la Adobera por “uso abusivo”, en 1924 sí que se
autoriza a Gregorio Duque al paso desde el Horcón a
a Adobera siempre que lo realice por la portilla.
En 1922 se arrienda la
pradera de la Alameda llamada del Almirante a Pedro
Duque por 55 pesetas. Y esa costumbre sigue en años
sucesivos y hay
constancia de que en 1933 los adjudicatarios fueron
Eladio Alba y Juan Mozo. Años más tarde el arriendo
de las praderas se hace de forma global a los
ganaderos del pueblo que incluso algunas veces dejan
de acudir a las subastas hasta que el ayuntamiento
se las adjudica directamente por un precio inferior
como sucedió en 1959 en que solo se consiguieron
25.000 pesetas cuando ya la mecanización del campo
comenzaba a mermar los ganados.
Por los años 40, las
plantaciones de chopos empiezan a dar rendimientos y
se van plantando diversas praderas para su
utilización forestal. Aparte de los cuatro chopos
que se donan en 1940 al cura D. Restituto Paniagua
para realizar una dependencia para la iglesia, en
1943 se venden 50 chopos a Celedonio Diez por 5.000
pesetas; en 1943 a Francisco Caballero Alonso 25
árboles por 3.250 pesetas y 201 pesetas por siete
manchones de chopo y en 1955 se venden los árboles
de la Fuente Olivete por 50.000 pesetas a Ignacio
Rodríguez Vargas.
En 1977 los árboles
se vendieron por 1.050.000 pesetas.
100 años más tarde del
primer inventario de bienes municipales, figuran
como praderas:
·
Pradera llamada
de la Fuente Porras.
·
Pradera llamada
de la Fuente Olivete (con arbolado).
·
Pradera llamada
del Molino.
·
Pradera llamada
la Junquera.
·
Pradera llamada
Gorgollón.
·
Pradera llamada
Peñas Altas.
El declive de la
utilización de las praderas para pastos a favor de
alamedas y choperas viene con la paulatina
mecanización del campo que comienza en los últimos
años 50 y termina al final de los años 70 que van
eliminado los ganados mayores en las actividades
agrícolas. En 1972 se cede el llamado prado, con el
permiso del arrendatario, para la construcción de un
campo de fútbol. En 1983 se ofrece al INDECO el
corral de la villa para construcción de viviendas
sociales.
Hoy muchos años después
las praderas ya solo son utilizadas para
plantaciones forestales con mayor o menor
rendimiento económico. En cualquier caso un bien de
todos que debemos proteger.
Enlace
al vídeo:
https://youtu.be/s7PDJX6rC2g |